La abogacía puede ser vista como una profesión perversa, pero en
realidad es una bastante noble y sacrificada. Independientemente de la
negativa percepción que puedan tener del abogado, SU abogado le cobra
por defenderle y velar por sus derechos más preciados.
El abogado y profesor uruguayo Eduardo Juan Couture Etcheverry, autor
de varios libros sobre derecho, dio vida a lo que hoy día conocemos
como “El decálogo del abogado”[1],
donde elabora diez mandamientos que deben considerar cualquier abogado
para llevar una práctica exitosa (sin perder la cordura ni la salud en
el intento). Estos diez mandamientos de salvación espiritual son los
siguientes:
- Estudia: el derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos, serás cada día un poco menos abogado.
- Piensa: el derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando.
- Trabaja: la abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de las causas justas.
- Lucha: tu deber es luchar por el derecho; pero el día en que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia.
- Se leal: leal con tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo. Leal para con el juez, que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú dices; y que, en cuanto al derecho, alguna que otra vez debe confiar en el que tú le invocas.
- Tolera: tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la tuya.
- Ten paciencia: en el derecho, el tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración.
- Ten fe: ten fe en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del derecho; en la paz, como sustitutivo bondadoso de la justicia. Y sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho, ni justicia ni paz.
- Olvida: la abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras cargando tu alma de rencor, llegará un día en que la vida será imposible para ti. Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.
- Ama tu profesión: trata de considerar la abogacía de tal manera, que el día en que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti, proponerle que se haga abogado.
Este tal vez utópico o idílico decálogo es uno de gran contenido
ético, por lo que cada profesional- de cualquier disciplina- le debe
lealtad a sus clientes, respeto a sus colegas y demás actores dentro del
ámbito de la justicia y la sociedad en general. La genial obra del
jurista uruguayo no es únicamente válida para abogados, sino para el
ejercicio de cualquier profesión o, incluso, para la vida misma.
Nuestro fin como abogados es defender los derechos de nuestros
clientes y dar lustre a los valores de la democracia, la dignidad y la
justicia. La sociedad tiene sus esperanzas puestas en nuestra capacidad
académica y profesional para levantar una quebrantada, pero aún vibrante
sociedad.
Hata la próxima.
Hata la próxima.
[1]
Esbozo publicado en la Revista de Derecho Procesal de 1948 e impartido
durante una conferencia en el Colegio de Abogados de Buenos Aires en
1949.